Una tarde calurosa de verano...

Quiero contarles una historia muy personal, más íntima, que quizá también les ayude a comprender la maravillosa figura de El Báb. Pero antes, voy a empezar con una reseña de un encuentro, quizá breve, pero muy impactante,que tuve durante mi reciente visita a Tierra Santa, durante el peregrinaje que realizó mi familia.

Era una calurosa tarde de verano, ya el sol estaba sobre nuestras cabezas, y habíamos regresado de una de las visitas que realizamos a una de las casas sagradas, no puedo recordar exactamente qué día y qué hora era, pero seguramente fue uno de los primeros días.
Deambulaba sobre los hermosos y extensos jardines que ustedes han visto. Saben que después de la primavera, las plantas empiezan a marchitarse, pero que en este excepcional año, después de la Convención Internacional, todas las flores y plantas estaban renovadas, y hermosas. Quizá más que hermosas, estaban alborozadas por la elección de nuestra máxima institución. Caminaba escuchando el sonido de las aves, el viento, la ciudad en movimiento, un mar en calma, pero me enfocaba en escuchar el sonido de las piedras. Ese sonido tan peculiar que tienen las piedras de los senderos de los jardines que rodean los sagrados lugares.
Pensé que me encontraba solo, pero, realmente ¿quién puede estar sólo en estos lugares?, hay otros peregrinos, hay gente del staff, miembros de las instituciones, hay mucha gente yendo y viniendo de todos lados. Me detuve, me senté, y esto es lo que quiero contarles.

Me encontré con un joven, más o menos de mi edad. Era un joven muy sencillo, de trato suave. Esa atmósfera tan espiritual hace que la gente se trate más amable, más delicadamente, pero Él parecía ser muy natural. Era más o menos bajo de estatura, de cabello un poco más claro, pero no específicamente rubio. Procuraba siempre hablar en voz suave, no el tono de voz que uno tiene para hablar sin perturbar a los demás, más bien una voz baja, pero clara y elocuente. Seguramente habría estado en un período de oración antes que nos encontráramos, porque podía sentir esa sensación penetrante de un estado más profundo. Su vestimenta también era muy sencilla. Al inicio pensé que era un joven que había llegado a servir a Tierra Santa, habiendo tantos, es fácil creer que cualquiera es un joven en servicio. Pero después de nuestra conversación fue muy evidente que no estaba ahí con ese propósito, aunque sí estaba visitando los lugares sagrados con un propósito especial, y más o menos de esto es que quiero hablarles.

El inicio de la conversación fue como siempre, nos saludamos, nos estrechamos la mano, aunque posiblemente esto no es muy común en Su cultura, y me dijo Su nombre. Me preguntó el propósito de mi visita a Tierra Santa, y pues, esa conversación introductoria que es muy precisa. ¿de dónde viene? ¿qué hace en su comunidad? ¿cómo fue el viaje hasta aquí? ¿cuántas horas viajaron? ¿quienes vienen con usted? etc. etc. etc.

No suelo contar esta historia, porque, seguramente les habrá pasado a otros, no sólo durante el peregrinaje, sino en otros viajes, hay personas que uno conoce, y conversaciones que uno tiene que le ayudan a uno a entender más el propósito de su viaje. Incluso a veces uno tiene preguntas e incertidumbres que sin querer logra contestar con estas conversaciones. Algo muy similar me sucedió a mí.
Cuando me preguntó sobre cómo me sentía visitando los lugares sagrados, no supe qué contestarle. Y ahí fue cómo inició esta conversación.

Me contó que era de Irán, e inmediatamente pensé en lo difícil que es la situación actual de nuestros hermanos allá, me imaginé cómo habría sido Su vida allá, y lo difícil que pudo haber sido para Él llegar hasta Tierra Santa. Realmente no me contó detalles de Su viaje, pero, quedé tan intrigado que más tarde me enteré de los detalles.

Era hijo único, y Su padre había fallecido cuando Él era un niño. Desde pequeño tuvo que someterse a reglas que no estaban de acuerdo a Sus capacidades, pero me imagino lo difícil de las circunstancias de educarse bajo un régimen muy diferente a Sus ideales, y a la forma en que había recibido instrucción en Su casa. Tendría que haber seguido el ejemplo de los niños que le rodeaban para aparentar ser un niño normal, y acatar las instrucciones de Sus mayores para no meterse en problemas.

Mientras Él hablaba, yo me imaginaba cómo habría sido Su vida, Su familia, Su trabajo, Su escuela, todas estas cosas que para nosotros son tan normales, pero que en Irán a veces son un tanto diferentes, y bueno, en cualquier parte del mundo parecen tener particularidades.
Pensaba cómo un joven tan gentil, habría tenido que atravesar tribulaciones, y conflictos sólo por Sus creencias. Aunque realmente no me estaba contando sobre estos detalles.

Recuerdo cómo hablaba de Sus padres, y cuán agradecido estaba con las enseñanzas e instrucciones que había recibido de ellos; pero más allá, cuán agradecido estaba con haber reconocido las realidades de esta Revelación, y haber aceptado la Fe y haber creído en Su Libro.

Me contó cómo los senderos de Su vida lo habían colocado en una posición privilegiada, y cuán agradecido estaba con Dios por haberle permitido avanzar hacia ese destino.
Entre esos pocos detalles que logré comprender de Su vida, uno particularmente me llamó la atención, y fue la forma en cómo ocurrieron las cosas para que Él llegara a Tierra Santa, y cómo ese camino prácticamente había sido designado por Dios para que ocurriera.
Habló de las señales que recibió, y de cómo cada vez se hizo más evidente Su destino.

Desde que nació, hasta que fue prejoven, vivió en la ciudad en la que nació. Como las circunstancias de Su familia eran muy particulares, tuvo que viajar a otra ciudad para dedicarse al trabajo, ¿se imaginan, un joven de 15 años teniendo que dedicar Su vida al trabajo? Para entonces había dejado la escuela, y la mayor parte de Su educación tuvo que recibirla en Su casa. Ahí trabajó hasta que fue lo suficientemente mayor para adquirir nuevas responsabilidades. Después viajó a otra ciudad dónde vivió más o menos un año, y nuevamente regresó a la ciudad dónde nació. Para entonces, ya se había casado.
Creo que no es de extrañarse que un joven, en estas condiciones, y con una vida tan difícil, contraiga matrimonio tan temprano. Supe que Su esposa no había viajado con Él, que se había quedado en Irán.
Pero fue en la ciudad que lo vió nacer, dónde se dió cuenta de que Su vida estaba por cambiar.
Realmente, tuve poco que decir de mí, y de mi vida, porque estaba muy intrigado en Su historia, pero eventualmente me preguntaba si yo había estudiado, si me había casado, cuáles eran mis planes para el futuro. Me preguntó por mis papás, si tenía hermanos, etc.

Algo que automáticamente llamó mi atención durante nuestra plática, fue que mientras Él era muy joven, había encontrado que Su trabajo en el mercado había ganado reputación y que se convirtió en un agente comercial con éxito, pero que ello no lo había alejado de Sus preocupaciones espirituales. De pronto estábamos hablando el mismo idioma.
Ya entrando a los 20 años, se hizo cargo de un negocio familiar y fue directamente responsable de administrar esta tienda que había montado Su familia en una ciudad famosa de Irán. entre más responsabilidad ganaba con Su trabajo y la actividad comercial, más estricto era en Su vida devocional, y más enfocado estaba en la búsqueda de Su yo espiritual. Pude imaginarme, entonces, cómo una persona tan joven había logrado un perfecto balance entre Sus actividades laborales, de la vida diaria, y de Sus quehaceres y responsabilidades; y Su vida espiritual. Pensé, incluso, que Él había sido muy disciplinado y comprometido con Sus actividades espirituales para poder lograr este balance.

Un detalle particular de Su vida, fue que, además de haber contraído matrimonio muy joven, también había tenido Su primer hijo.

Seguramente, a este punto de la historia, muchos de ustedes se estarán preguntando quién es este joven, y las similitudes de la historia de Su vida, con una muy conocida de la historia bahá’í.
Pues efectivamente, toda esta conversación sucedió sin decir una sola palabra. Este joven, del que quedé totalmente maravillado y cuya historia me sorprendió, es nada más ni nada menos que El Báb mismo. Siyyid Alí Muhammad Shirazí.

La historia después de que regresó a Su ciudad natal, Shiraz, ya la conocemos. Se encontró con Mulla Husayn, la noche del 23 de Mayo de 1844, y esa misma noche declaró Su misión como El Prometido Qaim, cerrando así el ciclo de todas las profecías desde Adán, y cumpliendo así la promesa del retorno de todos los Profetas de Antaño.

Quise contarles la historia de una forma personal, como si la conversación realmente sucedió, porque así fue como la viví. Entré al Santuario en el que se encuentran enterrados Sus restos mortales, y poco a poco me dejé llevar en una conversación espiritual que fue un repaso de Su historia, Su carácter, Su vida, Sus momentos más emblemáticos, y también Su posición como Manifestación de Dios. Quise hacer Su figura mucho más humana, más cercana, más familiar, porque Su estación como Mensajero de Dios a veces nos parece inalcanzable, más, sin embargo, es esta relación de nosotros con Su naturaleza superior, y también humana, es la que nos transforma y transmuta nuestro espíritu, y nuestro alma, para convertirnos en mejores personas.

El Báb, cuyo nombre era Siyyid ‘Alí-Muhammad, nació en la ciudad de Shiraz, en el primer día del año nuevo persa, el mes de Muharram, en el año 1235 D.H. o sea 1819. Pertenecía a una familia renombrada por Su nobleza y que hacía remontar Su origen al Profeta Muhammad mismo. La fecha de Su nacimiento confirmaba la verdad de la profecía tradicionalmente atribuida al Imán ‘Alí: "Soy dos años menor que mi Señor", pues sabemos que hace referencia a la fecha de nacimiento de Bahá’u’lláh, que sucedió en 1817.

Su padre fue Siyyid Muhammad Ridá y Su madre, Fátimih Begum.
El Báb, desde pequeño mostró ser un niño diferente del resto. Era un bebé tranquilo, no molestaba mucho, era muy sereno, cosa que a Su madre parecía causarle ansiedad.
Se cuenta que mientras estaba en la escuela, Su maestro lo rechazó porque consideraba que tenía suficiente conocimiento, y que sus respuestas eran muy superiores para un niño de tierna edad. Sin embargo, al pertenecer a una familia de clase media, la educación era primordial, y tuvo que contentarse con seguir la pauta de comportamiento de sus compañeros.
Escogía orar bajo la sombra de un árbol, en vez de jugar con sus compañeros de clase durante los recesos.

Su padre falleció cuando Él apenas tenía 9 años, y tuvo que ser educado y guiado bajo la tutela de Sus tío materno,  Hájí Mírzá Siyyid `Alí. Tuvo que ocuparse de los negocios, e incluso trabajar durante muchos años fuera de Su ciudad natal en el puerto de Bushir. Sin embargo, se preocupaba de forma dedicada en cumplir con sus cometidos, y de llevar un libro de cuentas muy exacto y preciso.

El Báb se encontraba siempre en un estado de máxima humildad y mansedumbre, con la mirada baja y con extrema cortesía. Tenía siempre una expresión serena en Su rostro. Era puro de carácter, sencillo, dulce de espíritu, encantador en Sus costumbres, con cautivadora dulzura, modesto, de alta integridad y de extrema devoción a Dios.
En cuanto abría la boca para hablar, movía los corazones hasta lo más profundo, abriendo delante de los que le oían, horizontes ilimitados, variados, coloridos y misteriosos, revelando una luz cegadora que transportaba a la gente a un estado de éxtasis.

Tenía un alto sentido de justicia, que gobernaba todas Sus actividades comerciales, especialmente en el trato con Sus clientes y Sus negocios. Si tenía que pagar más por algo, lo hacía si lo consideraba justo, pero también denunciaba la injusticia y se rehusaba a negociar con personas corruptas o con comerciantes con malas intenciones.

Por Su carácter extraordinario, y siendo un comerciante con poca educación, Se ganó la admiración de la gente, demostrando Su erudición e influencia. Inclusive, servía de ejemplo para Sus mismos familiares de mayor edad.

Su madre y Su tío hicieron los preparativos para Su matrimonio con la joven Khadijeh Bagum, con quién tuvo un hijo llamado Ahmad, quién falleció de tierna edad.
Él consagró el fallecimiento de su único hijo con estas palabras:
“¡Oh Dios, Mi Dios! Ojalá Le fueran dados mil Ismaeles, a este Abraham Tuyo, para que pudiera haberlos ofrecido, a todos y a cada uno, como un sacrificio de amor a Ti. ¡Oh mi Bienamado, el Deseo de mi corazón! El sacrificio de este Ahmad que Tu siervo ‘Alí-Muhammad ha ofrecido sobre el altar de Tu amor nunca pueda bastar para apagar la llama del anhelo de Su corazón... ¡Oh mi Dios, mi único Deseo! Concede que el sacrificio de Mi hijo, Mi único hijo, sea aceptable para Ti. Concede que sea un preludio al sacrificio de todo Mi propio ser, en el sendero de Tu agrado.”

Este encuentro que tuve con El Báb, sucedió varias veces durante mis visitas a Su Santuario en Monte Carmelo, y me permitió conectarme con esta Sagrada Figura, con Sus Escritos y con Su historia.
Ojalá que, así como hoy celebramos el 194° aniversario de Su nacimiento, también celebremos el amor y la admiración que nace en nosotros, al contemplar Su Bendito Rostro, y escuchar Su Bendita Voz.

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